impresiones del crepúsculo

viernes, julio 08, 2005

A las cinco de la tarde

A las cinco de la tarde
el silencio de tu voz viaja,
esa voz suave de tinta rosa.

A las cinco de la tarde,
soy un fantasma, una sombra perdida
entre las calles de tu piel desconocida.

Tu piel de sal, voz de tango,
aliento verde, tibio y verde
de la hora diecisiete.

Esa hora maldita,
en la que debería escucharse la soledad,
el sonido hueco del corazón latiendo.

No el silencio de tu voz,
tu voz de rosa, de tinta digital y rosa
atravesando geografías.

A las cinco de la tarde
no hay retratos suficientes,
no hay tinta rosa que alcance.

Recorro el mapa de tu cuerpo,
geografía exacta y blanca,
imposiblemente inexistente.

Resbaló mi mano entre tus muslos cristalinos,
que importa que ardan los mármoles,
que se inflamen todas las hojas escritas, tinta negra.

A las cinco de la tarde,
extraño el beso que no me besa,
no soporto la ausencia.

El absurdo de tus piernas cerradas y lejanas,
el abrazo hipotético contra tu cintura,
tus labios marrón diciendo mi nombre.

Que lejos de mi,
tus manos blancas y delgadas
tan lejos de mi cuerpo.

Mujer imposible, blanca,
mujer de aliento tibio y verde,
verde de las cinco de la tarde.