Las treinta y ocho miradas de un filósofo perdido
La lectura algunas veces es un acto doloroso, sobre todo cuando se descubre que entre la desolación y la carcajada existe una intima correspondencia.
En «Las treinta y ocho miradas de un filósofo perdido» Rafael Félix (Los Mochis, 1972) , busca continuamente precisar la realidad que se construye o se destruye alrededor de una dolencia sumamente agria: vivir.
El esfuerzo por sostenerse sobre la alegría del asco, el dolor y el destino trágico, a través de cosas simples cómo: la TV, la economía, la evocación de los muertos y la vida misma, hace que el poeta nos lleve de la prosa al verso, en líneas repletas de carcajadas en estado agónico que nos dejan siempre, el gesto anterior a la sonrisa.
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