impresiones del crepúsculo

sábado, enero 07, 2006

Soy amada mía

Se agigantan tras las cortinas las horribles sombras,
no hay Luna,
se ha perdido en la negra hendidura del infinito.

Rechifla bajo la puerta la carcajada del viento,
me dice que la muerte aún me espera,
busco en mi desnudez una historia nueva,
una cicatriz para entretener al insomnio,
para que no se duerma.

No hay en mí aventuras dignas de narrarse,
solo soy un naufrago de los autobuses,
un peatón ciego en una calle interminable.

La ciudad me ha abandonado,
Me ha dejado solo
en la minúscula partícula de mi cuarto;
no hay rincón para esconderme de mi sombra,
y me aborrezco.

No he aprendido a caminar
sobre la escalera de gusanos
que lleva al penthouse de la sonrisa.

No basta la inteligencia de los hombres,
no entienden mi odio por mí,
por la pregunta primitiva de la infancia olvidada
no hay rincón para esconderme de mi sombra,
no hay suficiente estupidez para conformarme.

La tristeza me ha espesado la sangre,
es por eso que sanan rápido mis heridas.

¡Oh! Ciudad abandonada,
no hay Luna,
el terror me cierra los ojos
y las estrellas s disuelven
tras la tela de mis párpados.

Estamos solos,
mi sombra me espera debajo de la cama.

¿No le has contado a la noche
que le tememos a los inmóviles objetos,
esos seres sin gesto que llenan todo espacio,
compañeros de este frasco al que pertenecemos?

¿No basta con la luz
que afanosamente busca extinguirse
dentro de la lámpara?
No, no hay rincón para esconderme de mi sombra,
no hay lugar para nosotros ciudad,
bajo este cielo sin relámpagos,
me alejo del espejo alargo la mirada
y escupo:

¡Tú muerte! Que acaricias mi cabeza para que duerma,
que aleja de mis ojos los cabellos,
para que nada evite que me vea
sólo y en silencio.

Soy el hombre que se odia,
el que en su cuerpo nace y muere cada mañana,
¡Muerte! Esta vez guarda tú el silencio en el bolsillo,
aleja de mi tus blancas falanges,
observa como danzan hadas sobre mi frente.

No, no hay lugar para esconderme de mí,
Sombra.

No hay caminos que conduzcan a la nación de tu cuerpo amada mía,
pues tu cuerpo es todo cuanto habito,
no vengas más insomnio y que el infinito
se guarde a la Luna en las entrañas.

A la luz de sus ojos
toda sombra es mutilada.

Que caiga negra noche de tu pelo
sobre mi pecho cada madrugada,
manos delgadas que ven mis heridas transparentes,
agua que me lava baja por tus muslos,

de tu boca emerge la cantiga del amor
de la esperanza.

Arráncame amada mía, lleva mis raíces a tu tierra,
escribiré con aguamiel sobre tu piel
nuevos naufragios y en mi corazón
florecerán nuevas cicatrices.

Arráncame amada mía de mi cuerpo abandonado,
llevate mi alma remendada,
soy de tí y por tí escribo,
por tu cuerpo de tierra sana
tiemblan en mí todas las sombras.

Soy amada mía
de nuevo el que no duerme junto al insomnio,
el que camina un calle interminable de tu mano,
y bajo la luz de tus ojos que guradan todas las constelaciones,
estoy triste, por que no hay razón para ser olvidado.

He tomado el acensor de tus dedos al penthouse de la sonrisa,
declaro que no soy mas extrangero del país de tus brazos,
que la muerte venga y que las sombras crezcan,
soy hijo del relámpago, dueño de mi odio,
¡Amo y señor de los corceles que conducen mi vida!

Único habitante de tu isla.

Instrumento exacto del amor,
carnada de la bestia que me habita el pecho,
poseo la fruta de tus labios,
el cántaro para resguardar el agua que se desprende de tu sexo,
la medida justa el temblor preciso en tu vientre,
poseo el lenguaje que hará florecer las rocas a tu paso.

Soy quien te ama,
el que hoy abandona la ciudad, el desterrado.

Soy amada mía,
el de la armadura gastada, el agotado,
el que daría cada célula, el dispuesto a camirnar
de labios los rincones de tu cuerpo,
dispuesto a destrozarme la lengua contra tus caderas
y mi voz contra tu oido.

Soy amada mia:
Hombre, fuego, bestia y miedo.

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