impresiones del crepúsculo

martes, febrero 07, 2006

Treinta y dos.
Cae lentamente en giro humeante,
ánimas blancas lo recortan y acarician.

Recorre los pasillos de mi memoria,
el silbato del tren que espero,
se acerca.

¡Ah! El sonido mecánico del movimiento inexistente,
faro de tu ausencia que da el cuarto giro al soldado,
cae, agoniza y me llena de una potente luz;
su cabeza que aun arde, se revienta contra el suelo:
cómo los fuegos artificiales contra el cielo,
ese cielo que permanecía tímido sobre las palmeras.
La estación está vacía.

¿Escuchas la ceniza golpeando el suelo?
Sombras, fantasmas y hasta las vías se han marchado,
Metal contra la piedra que se destroza,
la flama que sube por la mecha: Luz.
El humo recorre mi rostro como si lo conociera,
—el tiempo es un gusano horadándome los huesos—
lento, dolorosamente se separan mis dedos; Treinta y tres