impresiones del crepúsculo

sábado, julio 30, 2005

New Orleans

New Orleans no es el mundo. Es un sombrero de naftalina que come circulares perfiles de cobre. A los zapatos rotos les crecen músicos que renacen de las boquillas de los saxofones. El sudor consume rápidamente los tarros de cerveza, y a las once treinta todas las mujeres que abandonan, tienen nombre de Lucille. La tristeza abandona el cuerpo en forma densa, se va despejando y mezcla con los gritos silenciosos de un hombre alcoholizado.

viernes, julio 22, 2005

E.V. 01

Ves venir la noche desde el rojizo filo del horizonte,
irremediablemente infinita.

sábado, julio 09, 2005

He visto sin certeza

I

He visto sin certeza tu cuerpo inmóvil,
tu cuerpo de sirena en un mar de sábanas blancas,
extendidas ondulaciones de espuma
serpenteando la espalda de tu continente.

Te veo fijamente desde el filo de la cama,
los dedos curvos, incitantes, oleaje de satín morado,
Me rindo a ti, a tus olas blancas, debajo,
adivino tu cuerpo desnudo, me rehúso a irme sin sentirlo.

Después de ti no debieran mis ojos ver nada,
debes ser real pues te pienso y siento,
como pienso y siento una piedra o una lámpara,
y te escucho como escucho al corazón cuando ladra.

He visto sin certeza tu cuerpo inmóvil,
un ejercito de llamas corren, olas poderosas,
las venas y la carne se golpean contra la piel,
el relámpago y la quemadura.

viernes, julio 08, 2005

A las cinco de la tarde

A las cinco de la tarde
el silencio de tu voz viaja,
esa voz suave de tinta rosa.

A las cinco de la tarde,
soy un fantasma, una sombra perdida
entre las calles de tu piel desconocida.

Tu piel de sal, voz de tango,
aliento verde, tibio y verde
de la hora diecisiete.

Esa hora maldita,
en la que debería escucharse la soledad,
el sonido hueco del corazón latiendo.

No el silencio de tu voz,
tu voz de rosa, de tinta digital y rosa
atravesando geografías.

A las cinco de la tarde
no hay retratos suficientes,
no hay tinta rosa que alcance.

Recorro el mapa de tu cuerpo,
geografía exacta y blanca,
imposiblemente inexistente.

Resbaló mi mano entre tus muslos cristalinos,
que importa que ardan los mármoles,
que se inflamen todas las hojas escritas, tinta negra.

A las cinco de la tarde,
extraño el beso que no me besa,
no soporto la ausencia.

El absurdo de tus piernas cerradas y lejanas,
el abrazo hipotético contra tu cintura,
tus labios marrón diciendo mi nombre.

Que lejos de mi,
tus manos blancas y delgadas
tan lejos de mi cuerpo.

Mujer imposible, blanca,
mujer de aliento tibio y verde,
verde de las cinco de la tarde.